Segundo Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo, celebrado del 20 al 29 de julio de 2007 en Los Caracoles Oventic, Morelia y La Realidad, Chiapas.

                                                

                                               Los Ojos de Emma   

Mujeres zapatistas trascienden

esquemas ancestrales de dominación

«Nos organizamos para liberarnos y defender nuestros derechos», afirman

En las recientes páginas, enmiendan la historia: son electas en asamblea, son consejeras municipales, jefas, presidentas.  Ocupan un lugar en las aulas escolares, conocen sus derechos reproductivos, deciden sobre su maternidad y optan por el matrimonio y la edad en que desean casarse; hoy también heredan la tierra.

Dunia Rodríguez, enviada.

San Cristóbal de las Casas, Chiapas.- “Las mujeres no podíamos opinar, recibíamos maltrato, no sabíamos nada ni valíamos nada”, reconoce Carolina, habitante del municipio autónomo Lucio Cabañas, Chiapas.

Carolina junto con centenares de compañeras enmiendan la historia. A brazo partido reescriben un escenario donde las mujeres, luego de trastocar esquemas ancestrales de dominación, trascienden centurias en las que estuvieron al margen, ausentes, negadas en su valía y reconocimiento como personas. En esta histórica enmienda son sujetas de derechos y los ejercen.

Las líneas que trazan, pausada pero decididamente, las hacen portadoras de bastones de mando y les dan la palabra para pronunciarla en nombre de su pueblo. Es un nuevo destino el que dibujan, tomando decisiones dentro y fuera de casa, administrando cooperativas, coordinando trabajos colectivos, dirigiendo, gobernando.

En las recientes páginas, las mujeres son electas en asamblea, son consejeras municipales, jefas, presidentas. Ocupan un lugar en las aulas escolares, conocen sus derechos reproductivos, deciden sobre su maternidad y optan por el matrimonio y la edad en que desean casarse; hoy también heredan la tierra.

Las mujeres que viven en los municipios autónomos rebeldes zapatistas (Marez) “ya analizamos que sí valemos”, resume Carolina, una de las decenas de oradoras que tomaron la voz en el Segundo Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo, celebrado del 20 al 29 de julio de 2007 en los caracoles Oventic, Morelia y La Realidad, Chiapas.

Llamados caracoles en reminiscencia de las tradiciones que cuentan que “hace mucho tiempo hubo un guerrero de los indígenas, cuyo escudo y cuya señal de guerra y de fuerza era un caracol” y que “tiempo después, el caracol fue usado por las comunidades indígenas para convocar a las reuniones. Para que la gente de diferentes lados llegara y empezara a discutir en colectivo, lo que debía resolver el colectivo”, tradición y reminiscencia que se expone en “Según cuentan nuestros antiguos… relatos de los pueblos indios durante la Otra Campaña”, del Sub Comandante Insurgente Marcos (Arte Gráfico Z: México, Julio, 2007). Hoy día los caracoles son sede donde reside la Junta de Buen Gobierno de los Marez. Son cinco caracoles, en cuatro zonas en que se agrupan los 38 municipios zapatistas.

Carolina relata: “Cuando nacía una niña era despreciada porque ella no da dinero. Ser mujer y ser indígena era motivo de desprecio. Ahora nos sentimos orgullosas de ser mujeres, de ser indígenas; orgullosas de nuestro color y nuestra cultura. Nos organizamos para liberarnos y defender nuestros derechos como mujeres.”

1994, el parteaguas

La sentencia de Carolina en aquel auditorio del caracol Morelia, remite a los orígenes y las propuestas, que por parte de las comunidades zapatistas se vienen cumpliendo, y revela enormes zancadas en la construcción de una sociedad distinta, la que nace en el sureste mexicano: “Gracias a los que dieron sus vidas y su sangre en 1994, estamos aquí presentes para que nuestros hijos no sufran como nosotras sufrimos”.

Antes del levantamiento armado del 1 de enero de 1994, a las mujeres sólo se les permitía participar en actividades consideradas tradicionales para ellas, como crianza de los hijos, atención de las actividades domésticas, cuidado de los animales, acompañamiento al marido en labores del campo, o el trabajo fuera de casa como sirvientas.

Dos años más tarde, en la llamada “Mesa de San Andrés”, celebrada el 16 de febrero de 1996, en San Andrés Sacamch’en de los Pobres en Los Altos de Chiapas, surgen los primeros acuerdos para el reconocimiento de los derechos y la cultura de los pueblos indios de México. Ahí queda inscrita la exigencia de construir “una nueva sociedad nacional, con otro modelo económico, político, social y cultural que incluya a todas y a todos los mexicanos”. En ese documento, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional subraya “la triple opresión que padecen las mujeres indígenas, como mujeres, como indígenas y como pobres.”

Con esa misma fecha, en el texto “Compromisos para Chiapas del Gobierno del Estado y Federal y el EZLN” correspondiente a las reglas de procedimiento sobre la propuesta de reformas constitucionales para el estado de Chiapas, se apuntan el “derecho y los mecanismos para que la mujer indígena participe en condiciones de igualdad con el varón, en todo lo concerniente al gobierno y al desarrollo de los pueblos indígenas, teniendo intervención prioritaria en los proyectos económicos, educativos y de salud que le sean específicos.” Estas prioridades, a la fecha, pasan de soslayo ante los gobiernos federal y estatal, mas no así en los Marez, donde los acuerdos de San Andrés son la letra de sus leyes, la base para la construcción de nuevas formas de convivencia y de gobierno.

Génesis y fundamento

Sin embargo, la presencia y movilización de las mujeres en las decisiones sociales y políticas de los pueblos chiapanecos en rebeldía, se gesta meses antes del levantamiento armado de 1994. La Ley Revolucionaria de Mujeres es el «primer alzamiento del EZLN». Así lo reseña la socióloga, investigadora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Márgara Millán, en el artículo “Las zapatistas de fin del milenio. Hacia políticas de auto representación de las mujeres indígenas” publicado en el número 3 de la Revista Chiapas (México, 1996).

La Ley Revolucionaria de Mujeres aparece en El Despertador Mexicano, órgano informativo del EZLN, el 1 de enero de 1994, al lado de la Primera Declaración de la Selva Lacandona y como parte de un cuerpo más amplio de leyes que rigen en los territorios libres. Su texto es el siguiente:

        

En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente Ley Revolucionaria de Mujeres:

Primero: Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.

Segundo: Las mujeres tienen derecho de trabajar y recibir un salario justo.

Tercero: Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.

Cuarto: Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Quinto: Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación.

Sexto: Las mujeres tienen derecho a la educación.

Séptimo: Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.

Octavo: Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.

Noveno: Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Décimo: Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios.

                                                  

      Oventic 

      Delegados Zapatistas. Oventic, Chiapas

                                       

Los diez puntos de la Ley Revolucionaria de Mujeres son normativos de los derechos de las mujeres. Atañen a varios planos: el derecho a la participación política y a los cargos dentro de la organización (punto primero y noveno); el derecho a la participación política y a los cargos dentro de la comunidad (punto cuarto); el derecho al trabajo, a la educación y a la salud (puntos segundo, quinto y sexto), el derecho a la integridad física (punto octavo), y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo (puntos tercero y séptimo). El punto décimo establece la corresponsabilidad de la Ley, que obliga y da derechos, detalla Márgara Millán.

Dueña de un nuevo sendero, Carolina habla ante un auditorio repleto de mujeres y hombres de diversas edades y distintos países presentes en Segundo Encuentro, al que acudieron más de 2 mil personas de 44 naciones quienes recibieron, de viva voz, el testimonio de una sociedad que se erige entorno a los principios de equidad, democracia, justicia y libertad. Carolina trae la voz de sus compañeras y compañeros, que la eligieron como coordinadora local, con esa representación, abunda: “Antes de 1994, las mujeres no teníamos derecho a participar. Luego nos criticaban porque íbamos a las reuniones, porque dicen que sólo vamos a buscar marido”.

Las mujeres, expone, no podían decidir en sus hogares, estaban destinadas a lavar, cocinar, a realizar trabajos del campo junto con sus hombres y los patrones. Al concluir ese trabajo volvían a casa cargando el tercio de leña y al hijo. Era un trabajo de sol a sol, “sin tiempo libre para descansar y mucho menos para pasear.” Sufrían violencia de parte de sus maridos, además tenían que salir a buscarlos de noche, cuando se quedaban en la calle tirados de borrachos. Tampoco tenían derecho a heredar, pues el derecho de herencia de la tierra era ejercido sólo por los hombres. Eran obligadas a casarse a los 10 ó 12 años de edad; trabajaban como criadas en la casa de los patrones, recibiendo como salario un plato de comida.

“Antes ­–narra Carolina– teníamos mucha vergüenza, pero ahora hemos reclutado a muchas mujeres porque nuestra lucha es justa y verdadera.” Ahora la violencia hacia la mujer recibe un castigo de parte de la Junta de Buen Gobierno, y en todos los municipios autónomos está prohibido el consumo de bebidas embriagantes y el uso de cualquier tipo de droga.

Emma de Jesús, cosecha

Emma de Jesús tiene 16 años de edad. Es originaria de Benito Juárez, uno de los 38 municipios autónomos zapatistas del estado de Chiapas. En 1994 cuando se produjo el levantamiento zapatista, ella tenía tan sólo tres años.

Forma parte de una generación que ha crecido en la resistencia. Sabe que la lucha de su pueblo es para defender sus derechos, su tierra y “para que todos tengamos una vida mejor”.

Eso dice Emma de Jesús mientras otras mujeres, algunas apenas un poco mayores que ella, hablan en la plenaria de Derechos de la Mujer, en el caracol La Realidad, en la zona de la selva fronteriza.

Hija de costureros y trabajadores del campo, Emma de Jesús ayuda a su madre a tortear, a limpiar la casa y a cuidar a sus hermanitos. Estudia la secundaria, pero no quiere o no puede estudiar más, porque “me tendría que ir a Las Margaritas”, un municipio que queda a por lo menos 4 horas en camión. Ese argumento le es suficiente para aspirar a seguir el oficio de sus padres: “quiero ser costurera y vender ropa como mi papá y mi mamá”.

Pero también, en la práctica de su albedrío, sabe lo que no quiere: Emma no quiere casarse tan joven como su mamá, sino hasta que cumpla 20 años. Tiene dos hermanos y dos hermanas, menores que ella, y ya sabe que puede decidir: “sólo quiero tener dos hijos.”

Emma de Jesús recoge la cosecha de un movimiento de transformación cultural y social del cual se siente orgullosa, pues dice: “soy zapatista, me gusta eso pero no me gustaría ser dirigenta, sino zapatista, nada más”, y lo afirma su mirada y la sonrisa advertida bajo el paliacate rojo.

Otras voces, el eco

María de Jesús es presidenta de un municipio autónomo. Ella reconoce que la participación de las mujeres es “un poco lento y es avance en la autonomía, porque ya participamos, pero no es costumbre, eso es nuevo en los municipios autónomos, por eso (se) tiene poca experiencia para gobernar.” María de Jesús habla en la mesa plenaria de Autonomía en el caracol Oventic. “Las mujeres pueden participar como consejeras municipales, tenemos capacidad de organizar y de gobernar nuestro pueblo”, admite.

Verónica, en Oventic, dice que las mujeres luchan junto a los otros compañeros y gracias a ellos “nosotras ya tenemos un lugar en donde participar.”

En Morelia, Elisa sostiene, con palabras que califica como humildes, sencillas y dignas, que hay que “caminar juntos para escribir con esfuerzo nuestra digna historia, que hoy ya es historia porque la escribieron nuestros antepasados, guerreros y guerreras. Debemos luchar, si es posible con la sangre, porque están negados nuestros derechos.”

Es la palabra de las mujeres en el Segundo Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo.

La voz de las mujeres que caminan aprendiendo y caminan enseñando para “rescatar la sabiduría de nuestros antepasados, recuperar lo que nos ha quitado el sistema y lograr el total respeto a nuestros derechos como personas”. Eso declara la dirigenta Ofelia en Morelia, haciendo eco de las voces de centenares de mujeres que juntas escriben y viven una nueva historia.

Una historia de rebeldía y en resistencia que se delinea al margen de un sistema que las niega, las embosca, las amenaza, las ultraja y las despoja; al margen de un  gobierno que están decididas a enfrentar “porque ya no tenemos miedo”. Porque las mujeres, advierte la comandanta Gabriela, “ya podemos hablar y aunque no sepamos leer ni escribir, sí podemos tumbar al mal gobierno”, ese gobierno que, al excluirlas, ha puesto en sus manos la autonomía.

                                               

   Oventic II 

   Oventic, Chiapas

(Texto y fotos: Dunia Rodríguez. Chiapas. Julio, 2007)

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